Cuento

                                                   El duende de la solomina

Por: El Zorzalito

El rechinar de los dientes de la cuchara del tractor comenzó a escucharse con eco entre los solitarios cerros y las profundas hondonadas de las aldeas y caseríos colindantes con el municipio de Vado Ancho.

Con aquel ruido se rompía el velo de misterio que perduró desde siempre en los solitarios parajes. A nada, ni a nadie, se le había ocurrido hasta entonces perturbar la tranquilidad casi celestial que allí se vivió, en ese entorno la convivencia era marcada por el contacto que se mantenía vivo entre el hombre y la naturaleza.

Los últimos meses del 2007 y los iniciales del 2008 marcaron el fortalecimiento de todas las creencias de los “morolicas” en eventos supersticiosos, tomando en consideración los sucesos acaecidos en años posteriores al Huracán Mitch en el playón que quedó en el viejo pueblo tras la destrucción, donde se aparecieron en repetidas fechas procesiones de ángeles en medio de la oscuridad de la noche.

Lo mismo sucedió en el sector de El Amparo, donde fueron vistos en una intensa plegaria de tres espíritus celestes, mientras la gente huía y decenas de viviendas eran arrasadas por el diluvio.

Después de esos acontecimientos durante y post Mitch, el misterio sería develado en otro sector del municipio.

Un ser del cual no se decía nada desde hacía muchos años y que parecía dormir un eterno sueño había despertado, quizá las vibraciones que producía el peso y el movimiento del tractor sobre el rocoso terreno sacudía la cueva o recoveco milenario entre alguno de los abismos  y lo obligó a salir esparciendo su furia sobre todo el lugar.

La brecha ya había avanzado sobre los arrabales.

Vado Ancho estaba a punto de tener comunicación directa con la Nueva Morolica. La apertura de una carretera era el sueño anhelado desde siempre por sus habitantes para facilitar muchas cosas, entre ellas el comercio de ganado y granos, pero la travesía se tornó compleja a medida que la maquinaria se abría espacio entre las zacateras y los carbónales. 

Los sólidos dientes de la cuchara del tractor se tornaron frágiles ante la dureza de las rocas y miles de lempiras se esfumaron en la gran cantidad de dinamita que se empleó para destruir los duros peñascos, desde allí los trabajadores comenzaron un tiempo de lucha contra todo o contra nada.

Ya cansados de tanto esfuerzo invertido en el rompimiento de la nueva vía de comunicación y sin avanzar siquiera un kolímetro, los obreros empezaron a interpretar todo lo sucedido hasta ese momento. ----esto esta raro--- se decían unos a otros. 

En efecto, no era nada agradable ni productivo el ambiente en que permanecieron sumergidos desde hacía varios meses, pero la ignorancia ante ese tipo de eventos era comprensible en su caso, los empleados de la maquinaria eran foráneos y por ende ajenos a los misterios de esas tierras. En cambio algunos jornaleros incorporados a las faenas diarias del proyecto eran autoridades y pobladores del vecino municipio de Vado Ancho, ellos al menos conocían las anécdotas y relatos de situaciones sugestivas en cierto sector del abandonado sitio por donde tenía que abrirse la carretera. 

Los días transcurrían lentamente sobre aquellas elevaciones rocosas, pero a pesar de todo, la obra seguía su marcha, aunque el avance era insignificante en relación con la distancia por cubrir.

En relación con este tipo de eventos, desde hace muchos años la gente de Morolica imagina que en el pueblo existen los pactos entre los hombres más acaudalados del pueblo, entregando a uno de sus hijos al mismo demonio a cambio de acrecentar enormemente sus riquezas, por eso cuando alguien muere de forma misteriosa todo mundo dice ---eso no es otra cosa que fulano de tal lo entregó al diablo.

En otros casos sostienen la creencia de que algunos de sus vecinos que amasan enormes fortunas sin siquiera salir de su casa, ni realizar algún tipo de trabajo, son hijos de crianza del duende, ese ser místico de pequeña estatura que viste ropas chillantes, ya sea de color rojo, azul o verde.

El caso es que todas estas ideas inundaron la mente de los incansables trabajadores que agotaron inoficiosamente el presupuesto acreditado a la compleja empresa. Luego quedaron a merced de sus limitadas energías corporales, pero ya no era lo mismo, porque la logística se empleó en los pocos metros que les hicieron la vida difícil hasta entonces, tropezándose con intransitables trechos, colmados de sólidas piedras, de esa forma el trabajo se paralizó durante varios meses, mientras las autoridades de Vado Ancho gestionaban fondos adicionales ante el gobierno para evitar que el propósito se quedara frustrado, en ese caso parecían intervenir fuerzas extrañas, imaginadas solamente por los reducidos aldeanos de las cercanías.

Hasta allí, todo se limitaba a simples sospechas o conjeturas, no existía ninguna evidencia que les indicara que entre ellos se movía de forma sutil un pequeño ser que hacía todo lo posible por evitar que los hombres pudiesen concluir la apertura de la carretera, a costa de cualquier artimaña realizaba maniobras que impedían su avance, pero nadie lo lograba ver físicamente porque una de las virtudes del duende es pasar desapercibido o permanecer oculto mientras no exista necesidad de sostener una relación directa con alguien.

Una vez que los recursos se agotaron por completo, los trabajadores se retiraron del lugar hasta que el alcalde obtenía un nuevo financiamiento para concluir el tramo que hacía falta para llegar hasta la Nueva Morolica, luego, la maquinaria quedaría fuera de servicio aparcada en medio de las llanuras próximas al cerro conocido como La Solomina bajo la vigilancia permanente de un jornal. Ese hombre sería el que se enfrentaría a los acontecimientos que revelaron la acción directa del duende contra la empresa que irrumpía en sus dominios.

Cuenta el celador que las horas de la noche fueron las más difíciles, jamás pudo tener paz debido al intenso ruido que escuchaba muy cerca entre los farallones, en medio de la algarabía oía el llanto de un niño, aunque las únicas viviendas se encontraban muy lejos. 

El guarda al escuchar el escándalo siempre hacía una ronda para verificar la presencia de personas o animales en el área, sin embargo, lo único que percibía era la penumbra, la línea quebradiza de los cerros y millones de puntos brillantes en el espacio. 

Aquel bullicio era rutinario y se prolongaba casi hasta la madrugada, logrando que el vigilante empezara a sentir nerviosismo dada la circunstancia de encontrarse a la deriva. Por último y ya convencido que se trataba de un ardid dispuso hacer vigilia sobre el asiento del tractor, desde allí podía proyectar la luz de su linterna hacia diferentes direcciones, pero los matorrales lucían desolados, a veces el destello dejaba al descubierto a un guazalo o un zorrillo, esos animalitos que aprovechan la oscuridad para salir en busca de alimentos, ante todo gallinas,  evitando ser atacados durante el día por el hombre, por lo demás todo era normal hasta que por fin, en una de tantas horas de desvelo empezó a sentir la piel como de gallina, el pasto a su alrededor se movía suavemente y sobre las hojas secas, a escasos metros de su posición, el paso veloz y escurridizo de un ente que se proponía causarle histeria y locura, propósito que por poco logra.

Luego de esto el duendecillo o Dios sabrá qué cosa era, decidió volverse visible de alguna manera, en cierto momento el vigilante observó, a unos cien metros, a un niño desnudo que le miraba fijamente a los ojos y en instantes desaparecía, días después lo avistó sobre la rama de un árbol, pero la reducida criatura siempre evitaba ser visto por mucho tiempo y a la vez que el aterrado trabajador le sostenía la mirada el misterioso hombrecito se comenzó a encoger de forma extraña hasta que se volvió nuevamente invisible, era como una especie de camuflaje.

Al siguiente día, luego de ese suceso, el responsable del cuidado del equipo pesado, no podía esperar más, de seguir bajo las circunstancias era probable que terminaría con problemas mentales y como la población más cercana a ese punto era la Nueva Morolica, pensó en viajar rápidamente para solicitar la compañía de algunas personas mientras la obra reiniciaba. De esa forma los habitantes del pueblo le brindaron el apoyo y ya el espanto se llamó al silencio y dejó de insistir en obstaculizar un sueño que de todas maneras, con o sin su agrado sería realizado.

Este es un acontecimiento real, incluso fue publicado en forma de denuncia a través de algunos medios de comunicación. A los pocos días la gente de Vado Ancho de alguna forma captó fondos adicionales y la vía fue conectada por la parte norte de Morolica, exactamente por el sector conocido como el jobo.  

Es importante hacer mención que en nuestros días el trabajo que realizaron aquellos hombres contra todo tipo de obstáculos, de cualquier manera fue una pérdida de tiempo y recursos, la carretera que fue abierta con tanto sacrificio quedó en el abandono, se podría decir que el misterio que perturbó su tortuosa realización logró su objetivo de continuar su reinado de silencio en un territorio inhóspito, la idea inicial de los pobladores de Vado Ancho fue facilitar el tránsito diario de vehículos y personas, sin embargo, lo que hoy se mira es una desolación.





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